El cristiano debe seguir la orden de Pablo en Romanos 12:2 (RV95): No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Y el no conformarse con el mundo quiere decir vivir en el mundo de la manera que Jesucristo nos enseña a vivir.
Primero, tengo que vivir como lo dice la parábola de Mateo 25:14-30. Esta parábola del Reino de los Cielos la pronunció Jesús para explicar cómo era el Reino de los Cielos y cómo debía vivir el cristiano en él. Lo expresó en términos de los talentos que dio un amo a sus sirvientes. Este amo repartió diferentes talentos a sus siervos y se fue de viaje. Cuando regresó el amo preguntó a cada uno de sus siervos qué hicieron con los talentos, y todos los siervos menos uno, multiplicaron sus talentos. Con ese siervo que no multiplicó sus talentos, el amo se puso bravo, le regaño y lo que tenía se lo quito. En el Reino de los Cielos, en la vida cristiana, hay que invertir bien mis dones y talentos. Debo vivir hoy como quisiera vivir en la eternidad.
Segundo, 1 Corintios 15:58 dice que nada de lo que yo haga en la obra de Dios será un desperdicio. Es decir, que la vida cristiana que vivo día a día sí importa. Mis acciones, mis decisiones, mi errores, todo le importa a Dios. No puedo asumir la actitud arrogante de “comamos y bebamos que mañana moriremos”. Tampoco puedo asumir la actitud arrogante de “sólo yo puedo arreglar este mundo.” Tengo que actuar como un inconforme con el mundo sin Cristo y que mis obras se noten o no se noten, eso lo dejo en manos de Dios; pero yo sé que lo que hago tiene importancia para él.
Tercero, Romanos 12:1 me dice que si obedezco a Dios, lo haga porque estoy agradecido con Él por su misericordia y no “porque toca.” Y haga lo que haga como cristiano para Cristo lo debo hacer porque estoy agradecido con él, con Dios, con su Hijo Jesucristo y con la compañía del Espíritu Santo en mi vida.
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